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Arsat-1: los próximos diez días son clave para el satélite

Tan rápido como el cohete Ariane 5 inyectó al ARSAT-1 en su órbita, los nervios viajaron desde Kourou en Guayana Francesa, a Benavídez, en la provincia de Buenos Aires, donde está la base de control que mantendrá el vínculo permanente con el primer satélite de telecomunicaciones íntegramente construido en el país.

Pocos podrán dormir allí los próximos diez días, considerados críticos para el proyecto. De los precisos ajustes que realicen en la dirección del satélite en las cinco oportunidades que tendrán, dependerá el éxito de este primer paso en el camino hacia la soberanía satelital.

Faltaban menos de ocho minutos para que se cierre la ventana de tiempo que tenía disponible el cohete francés para poder despegar, cuando se escucharon los primeros gritos y aplausos. Provenían del edificio más grande de la Estación Terrestre Benavídez, propiedad de la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales (ARSAT). Allí se habían reunido todos los empleados que no estaban afectados al control de la operación y algunos afiliados de FOETRA, el sindicato de las telecomunicaciones, para ver el despegue en una pantalla gigante. Hombres y mujeres entraban y salían de allí con una sonrisa en el rostro.

Nadie, en cambio, enfilaba para el otro edificio, más pequeño y rodeado de antenas satelitales. Una gran bandera argentina franqueaba su entrada. El silencio y la cautela eran equivalentes a los nervios y la concentración de quienes lo habitaban.

"En la planta baja del centro de control ahora no hay nadie, pero desde ahí se va a tener contacto permanentemente con el satélite durante los 15 años de su vida útil. En la planta alta, en cambio, están todos los expertos para la puesta en órbita", explicaba a la prensa Hugo Nahuys, responsable de Calidad y Procesos de ARSAT. "Muchos de ellos son los diseñadores del satélite de INVAP, pero también están los expertos de operaciones de ARSAT y asesores de la agencia espacial alemana."

Para los 30 ingenieros locales que trabajaron en la especificación técnica del satélite, la preparación de las operaciones y el control del proyecto, el despegue no significó el fin de sus siete años de labor, sino el principio del momento más difícil.

"Ahora habrá que realizar cinco maniobras críticas en tiempo y precisión", destacó Nahuys. "El 80% del combustible que se le carga al satélite se consumirá en esas maniobras en apenas diez días. Y con el 20% restante tendrá que vivir los 15 años restantes."

La fineza quirúrgica de sus cálculos es la que permitirá que el satélite que ayer ingresó en una órbita elíptica a 250 kilómetros de la Tierra, pueda cambiar a la órbita geoestacionaria final ubicada a 36 mil kilómetros al cabo de ese período. Cualquier error complicaría toda la misión.

Según detalló Nahuys, "lo primero que se hará es desplegar parcialmente los paneles solares para que el satélite tenga energía. Después habrá que acondicionar el sistema de propulsión para que empiece a moverse. Una vez que se mueva y llegue al punto de maniobra de apogeo, habrá que encender un motor bastante grande" que servirá para ubicarlo en la órbita geoestacionaria. Allí, finalmente, se hará un despliegue total de los paneles solares y de la antena de comunicaciones y el ARSAT-1 estará listo para entrar en funciones.

Se estima que el satélite argentino estará apto para comenzar a transmitir en 45 días. Sin embargo, su puesta en funcionamiento será gradual para que no haya errores. Paulatinamente, se migrarán los servicios que hoy está brindando un satélite alquilado por el país "para no interferir los servicios de los clientes que lo tienen contratado", explicó Nahuys.

 


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