El FAINA pudo brillar

 Se dieron cita en una plaza del Ñireco murgas, grupos de percusión, puestos de libros, artistas circenses, plásticos y cultores de otras variantes artísticas. Los autores de la convocatoria lograron su cometido.

De golpe la tarde quiso ponerse gris pero no pudo, al menos en la plaza que cobijó al FAINA. En ese triángulo urbano los colores se mantuvieron firmes, las sonrisas pudieron más que la angustia al saberse del incendio y la música se impuso sobre el ulular de las sirenas. Está por verse si el arte puede cambiar el mundo, como proclaman sus impulsores, pero quedó demostrado que tiene argumentos para sobreponerse a los estados de ánimo más desosegados.
La segunda mitad del domingo último no fue la más feliz para Bariloche, a raíz del sorpresivo incendio que se desató en el barrio Belgrano. No sólo por sus dimensiones concretas, sino por la desproporcionada trascendencia que le imprimieron los medios televisivos de alcance nacional, según los cuales ardía en llamas media ciudad. Ante la adversidad real y mediática, varios colectivos de artistas reaccionaron como debían: no se corrieron ni un poquito de su invocación a la alegría.

Durante esa jornada se vivió la segunda parte del festival independiente y de gestión propia que impulsaron varios espacios culturales de esta ciudad, con el ánimo de llamar la atención sobre problemáticas que dificultan su funcionamiento. En particular, el grupo procura que se modifiquen ordenanzas que limitan su accionar de manera horaria y también, la metodología para calcular qué cantidad de público pueden albergar.

Con ese cometido, modificaron la fisonomía que habitualmente presenta la plaza que está circunscripta por Diagonal Capraro y 12 de Octubre. Por empezar, la estatua que homenajea a Francisco Moreno se ornamentó para la ocasión. Así, el perito en Límites lució una nariz de payaso, un gorrito de lana y con sus manos, empuño una whipala, la bandera que identifica a los pueblos indígenas del norte.

Sobre el perímetro del reducto se establecieron varios puestos, entre los que predominaron los que replican la metodología de las Ferias del Libro Independientes y Autogestivas (FLIA). Se trata de poner en circulación ediciones de pequeñas editoriales y de publicaciones caseras que hacen caso omiso al derecho de autor o bien, se amparan en la noción de copy left. También hubo oferta de cuadernos y agendas artesanales, además de un buffet.

Pintura en vivo

El FAINA también brindó la posibilidad de volver a apreciar la pintura en vivo de Alicia Pez, plástica de esta ciudad que tiene por costumbre concretar producciones artísticas en forma simultánea a la actuación de músicos. Estuvo ausente de la tarea un tiempo por cuestiones de maternidad y en los últimos tramos del domingo hizo caso omiso del viento para finalizar con su faena, hecha al ritmo de los espectáculos de malabares y la música.

En los últimos tramos de la extensa cita, actuaron integrantes de la así llamada “escuela municipal de circo”, quienes aprovecharon la oportunidad para reclamar su continuidad y anunciar un próximo cónclave de la especialidad. Acto seguido, se hizo del escenario Oke Trío, el grupo que se integra con Maia Bogner (voz), Gabriel Pirato Mazza (batería) y Juan Sisterna (guitarra). Con la solvencia y calidez que los condujo a Cosquín, los músicos provocaron la irrupción de las danzas folklóricas, a fuerza de cueca, zamba y chacarera. Fueron varios los asistentes que respondieron el convite.

Cuando los últimos acordes dejaron paso a los silbidos del viento, se adueñaron de la escena Las Clown de la Galera, dos jóvenes payasas que no tuvieron dificultad alguna en congregar al público menudo de la plaza que enseguida, se hizo partícipe de sus números y gags humorísticos. Más allá de la diversión que caracterizaba a la propuesta, las chicas terminaron su actuación con la consigna preferida de los colectivos que se dieron cita en la plaza: “yo sí creo que el arte puede cambiar el mundo”.

Después de Las Clown tronó la electricidad, con Natural Desmesura. La banda que tiene como cantante a Esteban Laclau sumó el calor del rock para mejor mantener a raya el frío que ya se había instalado con decisión en la tarde-noche barilochense. Antes habían muchas cosas y después todavía sucedieron un par más, pero el objetivo de los organizadores estaba cumplido: instalar que una decena y pico de ámbitos culturales de esta ciudad necesitan otra legislación para continuar con su florecimiento. Al menos, para que el arte pueda cambiar este pequeño rincón del mundo…