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Esfuerzo pionero siempre presente

 Asentado entre el cerro Otto y el lago Nahuel Huapi, el barrio Melipal creció al ritmo de la propia ciudad y del empeño de sus primeros habitantes, quienes le dieron un perfil muy particular, que mantiene hasta hoy.

Melipal construyó y administra sus propias redes de agua y cloacas, creó un cuerpo de bomberos y mantiene una activa junta vecinal que fue la primera de Bariloche.

A comienzos del siglo XX se afincó en la zona Benito Boock, un emprendedor alemán que criaba animales, sembró cereales, instaló un aserradero y una cervecería.

Los loteos iniciales datan de los años 40, cuando comenzaron a llegar familias de inmigrantes europeos y también chilenos, quiene “convergieron con los auténticos dueños de estas lejanas y olvidadas tierras”, según refiere una reseña publicada por la junta vecinal en octubre pasado, cuando cumplió 60 años.

Ese trabajo de recopilación estuvo a cargo de la docente Mercedes Aranea, entonces secretaria de la Junta, quien consideró “asombroso” lo realizado por los pioneros. “El que se incorpora ahora no se da cuenta y por eso se perdió mucho del espíritu inicial del barrio, pero aquellas primeras familias eran muy solidarias -aseguró-. Es que no había otra forma, porque muchos de ellos vivieron aquí durante años sin luz y casi sin agua”.

Dijo que en los años 50 y 60 la junta vecinal alcanzó muchos logros porque “la gente entendía que todo cuesta y estaban dispuestos a trabajar en forma voluntaria, los sábados, o cuando podían. Así se levantó la primera sede y se construyó la red de agua”.

La misma publicación de la junta admite sin embargo que la convivencia en Melipal no siempre fue amigable y placentera. Señala que cuando se conformaron los primeros loteos había “personas con malas costumbres o intenciones, con ambiciones desmedidas que los llevaron a realizar actos de abuso de poder por la ignorancia o credulidad” de otros pobladores que, en algunos casos, eran analfabetos.

Algunos de los que compraron los primeros lotes se decidieron incluso en desafío a los consejos de otros vecinos, quienes les recomendaron no hacerlo “por los problemas de agua y por estar tan lejos del centro”.

En aquellos primeros años era frecuente que las familias tuvieran vacas, que eran muy pocas y los alambrados también abundaban los “caminitos de liebre” que atravesaban los terrenos para acortar camino rumbo a la escuela o a la ruta a Llao Llao, por donde pasaba el colectivo.

Más cerca en el tiempo, en los años 1976 y 1993, hubo grandes aluviones provocados por las lluvias. El agua bajó incontenibles por los cañadones del cerro Otto, arrasó casas y provocó grandes socavones.

Hoy Melipal tiene algo más de 1.500 lotes y unos 5.000 habitantes. Se extiende entre el kilómetro 3 y el 4,400, enmarcada por Bustillo y Pioneros, las dos avenidas que conectan al centro de la ciudad con la zona oeste.

¿Es el barrio más grande de Bariloche?- le preguntó este diario a uno de los directivos de la Junta.

Yo creo que no. El Frutillar, que está justo a la misma altura del otro lado del cerro Otto, debe ser igual o más grande.

En el barrio Melipal existen numerosos comercios, tres supermercados, varias hosterías, complejos de bungalows, una escuela primaria pública (la 298), una secundaria (el CEM 2), un club náutico, un laboratorio bioquímico y consultorios médicos privados.


Veredas, perros y semáforos

La dinámica actual de la ciudad alcanzó también la geografía de Melipal, que hace muchos años dejó de ser el barrio alejado, casi en el confin oeste del casco céntrico, para quedar prácticamente integrado a la trama urbana de Bariloche. Hoy oficia más bien como zona de transición para dirigirse a barrios más distantes como Pinar de Festa, Playa Bonita, Los Coihues, Casa de Piedra y todos los ubicados sobre Bustillo, hasta Llao Llao.

Las preocupaciones cambiaron bastante y ya no tienen que ver con los destrozos que provocan las vacas y caballos sueltos, o el aislamiento por las grandes nevadas, cada vez menos frecuentes.

“Hoy la inseguridad es una realidad del barrio” admiten los dirigentes de la Junta, quienes también subrayaron otro punto en contra: “la dificultad para organizarse entre vecinos”, algo que antes parecía darse con mayor naturalidad.

Sin discusión, el espíritu inicial ya no es tal. Quienes llegan a radicarse hoy a Melipal conocen poco de aquella historia y según Mercedes Aranea “al encontrar todo hecho les cuesta más unirse y colaborar con el barrio”.

Entre las demandas cotidianas que se canalizan en la junta y que es más difícil resolver por ese desinterés citó el mal estado de las veredas. También la gran cantidad de perros sueltos, que son moneda corriente, como en casi todo Bariloche.

Otros reclamos son trasladados al municipio, como los relacionados con las acequias o con el tránsito caótico, que ha generado ya una larguísima polémica por el semáforo de Boock y Pioneros, que hoy permanece intermitente.

“Si todos y cada uno de los frentistas se ocupasen de sus obligaciones, sin un esfuerzo muy grande, nuestro barrio sería un lugar más agradable y seguro para transitar”, sostienen desde la JV.


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