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Los muchachos de Emaús regresaron felices de la experiencia de ver al papa Francisco

 Por Susana Alegría
salegria@elcordillerano.com.ar

Generalmente, hay demoras en la Aduana por lo que se fueron preparados con equipo de mate y cartas, pero fueron por Paso Tromen y el cruzar la frontera fue un trámite muy simple.

La primera noche se hospedarían en un monasterio de religiosas. “Fue muy difícil encontrar el lugar porque está muy retirado de la ciudad, en el medio del campo, así que llegamos cerca de la medianoche. Las hermanas ya se habían acostado pensando que no llegábamos, pero habían preparado una cena y nos recibieron muy bien”, contó Jorge Linquiman.

Se trata de un grupo de religiosas que hace 90 años que trabaja colaborando con las comunidades indígenas de ese sector de Chile. “Al día siguiente, desayunamos, nos mostraron el lugar y nos fuimos para el predio donde comenzaría la vigilia”, agregó.

“Al mediodía, fuimos a revisar el lugar que nos habían destinado, porque sabíamos que no se podía ingresar con el transporte. De hecho, quedaba como a tres kilómetros, trayecto que tuvimos que hacer de a pie”. Pedro se mueve con un andador y todos sus compañeros resaltan el gran esfuerzo que hizo para recorrer esa distancia caminando.

“Realmente nos sorprendió la fortaleza física y el desafío personal de Pedro, siempre superándose. De eso se trata también Emaús, de las dificultades que uno va enfrentando y de cómo las supera. Ellos son muchachos que todo el tiempo encuentran trabas y las superan. Ninguno ha tenido una vida fácil pero, entre todos, es más fácil”, dijo Jorge.

Diariamente enfrentan luchas personales contra el alcohol, el aislamiento y la marginación, por eso vieron un gran simbolismo en la caminata de Pedro de casi tres kilómetros con su andador, muy lento, pero finalmente llegando a destino.

Otros de ellos no pudieron ir caminando, entonces, algunos se quedaron acompañándolos en las afueras del predio, muy bien ubicados para oír la misa.

Walterin, uno de los muchachos recordaba con gran placer el almuerzo de ese día. “Comimos pescado con puré y, después, salimos a dar un paseo donde tomamos un helado cada uno porque hacía mucho calor”.

En un momento, dos de ellos pasaron a un baño y, cuando salieron, no encontraron a sus compañeros. “Estamos perdidos dijimos, así que nos quedamos quietitos en el lugar hasta que vimos a Jorge que nos venía a buscar”. Situación que recuerdan con mucho humor por parte de todos, sospechando aún si fue una broma.

Cuando fueron a reconocer el lugar, descubrieron un cámping muy cerquita de allí y fue donde decidieron quedarse por la proximidad con el aeropuerto, donde se haría la ceremonia y la vigilia.

“Habíamos llevado colchonetas y mantas así que se pasó muy rápido la noche, algunos oraban, y otros aprovechamos para charlar y conocernos más”, relató Miguel.

El sector que les destinaron para la ceremonia estaba aproximadamente a cien metros del altar mayor. Walterin fue el único que alcanzó a ver el Papa Móvil. “Le vi bien la cara y tuve la intención de salir corriendo para tocarlo, pero me quedé con mis compañeros”, dijo muy emocionado.

“Escuchamos la misa que fue muy simple pero con muchos mensajes para los pueblos originarios. No duró mucho tiempo pero lo que dijo se escuchó muy bien. Primero hicieron una ceremonia mapuche y fue muy lindo escuchar como hacían sonar sus instrumentos”, expresó Miguel.

Había un presentador general sobre el escenario. “Tres veces nos nombraron a Bariloche de Argentina, eso nos llenó de emoción”, dijeron los muchachos. Tenían una pantalla gigante donde pudieron apreciar los detalles de lo sucedido. Aprovecharon la oportunidad para distribuir el periódico de Emaús.

“Estoy muy feliz por haber conocido Chile y por haber visto al papa, pero lo que más valoro es haber compartido esta experiencia con mis amigos del Hogar”, confió Pedro. Luego de la misa, la multitud comenzó a dispersarse, Pedro describió muy bien lo que vieron en ese momento: “parecía una procesión, miles de personas caminando por un sendero hacia arriba, kilómetros de personas a paso lento, nunca había visto algo así”.

Llegaron a Bariloche alrededor de las doce de la noche del miércoles pero ya, a la altura de San Martín de los Andes, charlaron sobre lo que habían vivido y el balance fue simplemente maravilloso.

Durante todo el viaje, vivieron una armonía absoluta y eso es lo más valioso para todos, “tanto el padre Pepe como Jorge y los voluntarios que nos acompañaron nos cuidaron mucho, y esa seguridad nos hizo disfrutar mucho más”, comentaron.


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