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“Atento, atento. Ambulancia El Cuy llama. Necesitamos ayuda. ¿Alguien nos escucha?”, repite a través del handy la directora del hospital, María Goicoechea. Son las 9 de la noche del domingo y la camioneta lleva dos horas sin poder avanzar un metro por el agua que baja de los cerros y corta la Ruta 6. Nadie responde.
Volver a casa
Tres horas antes la ambulancia emprende el regreso después de un domingo de guardia en las carreras de caballos en Aguada Guzmán, a unos 100 km. La enfermera Liliana y el chofer Beto completan el equipo. El diluvio convierte ese tramo de tierra y ripio de la ruta en una huella pantanosa.
A los costados, los charcos se hacen lagunas y detrás los terraplenes se vuelven canales. Nada más peligroso que derrapar en esa inhóspita zona de la Línea Sur, tierra de puestos esparcidos, poblados aislados y un corazón solidario tan potente como el fervor por las cuadreras y la devoción por el santo Maruchito.
Beto conduce la ambulancia con la mano justa para no irse de costado y explica que el que para se queda, como esos dos autos y tres camionetas que no avanzan mientras la tarde se vuelve noche y la lluvia es torrencial.
Agua bendita para las pasturas y el sueño de recuperar las majadas pero en ese mismo momento un infierno para los que quieren volver a casa. Adelante, aferrado al volante, Maciel exige a fondo la chata, abre camino, quiere llegar a El Cuy. “Vamos Maciel, qué grande, Maciel nos saca de acá”, festejan en la ambulancia 4x4 reducida a 4x2 por un repuesto que no aparece desde mayo, que sigue a la vieja Ford 100 verde. De repente Maciel frena. “¿Qué hace?”, pregunta la directora del hospital.
Aún no sabe que Maciel tiene delante de sus ojos un arroyo caudaloso donde siempre hay un árido cañadón entre las matas.
No hay manera de salir. No se puede avanzar, ni retroceder. En minutos, a metros del zanjón convertido en río ya son cinco camionetas y dos los autos atrapados con 27 personas a bordo. En el Fiat Uno rojo de una familia que iba para Los Menucos un chico tiene fiebre. No hay luces, ni conexión a internet, ni señal de celular. Solo un contacto con el mundo: la radio de la ambulancia, comprada el 1 de septiembre. Están a unos 25 km de El Cuy y es una noche tan lluviosa como fría y cerrada. El agua rebota contra las alcantarillas y vuelve en forma de olas. María les pide a todos que retrocedan unos metros. Recuerda la tragedia de 1992 en Los Menucos, su tierra, cuando siete personas que volvían de una señalada a bordo de una camioneta murieron al intentar atravesar un zanjón en la tormenta. La corriente los arrastró.
“Para atrás, con esto no se jode”, exige. Todos la obedecen.
Amigos ruteros
Uno de los atrapados es Gabriel, que intenta dormitar en su Gacel blanco pero no puede, aturdido por todo lo que pasó en los últimos días desde que el miércoles 12 de octubre la ambulancia fue a buscar a su mujer embarazada al puesto, a 60 km de Mencué: hay que evitar que las distancias y las emergencias compliquen el parto. Marcelina es trasladada a Roca para ecografía y controles y luego alojada en el hospital de El Cuy a esperar tranquila el momento de partir otra vez para dar a luz.
A Gabriel le avisan que se venga urgente el miércoles 19. Intenta avisarle al patrón pero no lo encuentra. Se demora: rompe el bolillero del Gacel y se le tuerce una rueda, pero llega para transbordar y subirse a la ambulancia justo cuando salía para el Alto Valle. Dos días en el hospital, Valentín que llega al mundo, regreso el domingo 23 a El Cuy. El mecánico y una junta de vecinos lo ayudan a arreglar el bolillero y la rueda. La partida hacia Mencué, la lluvia, el barrial. Y el Gacel que se le derrapa y cae al canal que se formó al costado, el agua que corre y amenaza, la desesperación. Una camioneta frena, tres capos bajan, se empapan y empujan, pero no pueden subirlo a la ruta.
“No te preocupes que de acá te sacamos”, le dicen. Y cortan el alambre del campo, lo atan a la camioneta y tiran, lo sacan. Gabriel respira, los despide con un abrazo, hace un par de kilómetros hacia el Oeste hasta que otro torrente le impide pasar. Sus amigos ruteros, en cambio, van hacia el Este y avisan a la policía que hay mucho peligro en esa parte del camino.
Sin 4x4
En la comisaría están el sargento principal Marín y el sargento Vega, que maldicen su suerte: no pueden usar la Ranger 4x4 flamante de motor 3.2 porque está en Tránsito de Roca desde que un comisario le puso gasoil común en lugar de premium, casi arruina el motor y por eso lo sumariaron. El problema es que se la llevaron para allá y ahí quedó, a cambio les mandaron una de tracción simple y 450.000 km.
Con eso no se puede rescatar a nadie en el temporal, así que cierran la comisaría con llave, van hasta lo de la comisionada Mónica Ramírez y en minutos salen con ella y su marido Raúl en la única 4x4 disponible, rescatan a los hijos y a la mujer de Gabriel y los dejan en el hospital justo cuando la enfermera Yanina logra contactar por radio a la ambulancia, que se detiene tras el arroyo después del primer salvataje.
María le cuenta que el agua no los deja pasar y pide que mande ibuprofreno para el chico con fiebre y remedios para la presión. Mónica y Raúl vuelven con los medicamentos, alcanzar a pasar justo el primer vado con la idea de dejarlos y sacar más gente, pero cuando llegan al lugar el arroyo es más ancho y profundo. El sonido del torrente y del diluvio es tan fuerte que gritan pero no pueden escucharlos del otro lado. Intentan avisar con gestos que vuelven a pedir ayuda y parten. Los ven alejarse sin entender qué pasa: la camioneta es una imagen difusa en el aguacero. La 4x4 se queda en el zanjón más cercano a El Cuy, a dos km del otro y a unos 500 metros de la curva asfaltada de la Ruta 8 que lleva a Los Menucos.
Alguien del otro lado
Se acerca la medianoche y la angustia aumenta. A 130 km, en Roca, el vendedor de los equipos de radio y soporte técnico Jorge Ochonga escucha los diálogos entre la ambulancia y el hospital y pregunta a quién tiene que llamar. Por fin alguien responde: María le pide a través del handy que avise a la policía, a los bomberos, a Defensa Civil, a quien sea que pueda venir a sacarlos. Ochonga empieza la recorrida, pero no es fácil encontrar respuestas a esa hora. Insiste y pronto están enterados los bomberos de Los Menucos, los de Sierra Colorada y Comunicaciones de la policía en Roca.
Los primeros en llegar son los de Los Menucos, pero no pueden pasar el primer zanjón, de más de un metro de profundidad. El sargento Vega aprovecha para pedir que le tiren una soga para ir reabrir la comisaría, a ver si todavía se come un sumario. Trepa unos metros en dirección al cerro, donde el arroyo que se formó es más angosto, de unos 4 metros. Lo atan, toma carrera, salta, cae de rodillas del otro lado, se empapa.
Por momentos diluvia, por momentos para, despeja y el viento sopla fuerte. Cuando el temporal amaina, en el otro zanjón salen de los autos, comparten un mate, galletitas, pan. Ochonga les avisa que va el Unimog a rescatarlos a eso de las 4. Se preguntan cómo harán para encontrarlos. Saben que Ochonga les describió el lugar, pero por las dudas rocían papeles con alcohol que traen de la ambulancia y tratan de prender un fuego. No hay caso. Encienden las luces, deben estar por llegar.
Alrededor de las 3.30 el Unimog llega el primer zanjón, el más cercano a El Cuy. El sargento Claudio Castro baja e inspecciona el lugar, acompañado por dos agentes. Tira piedras, mide con un palo y enseguida decide pasar por el mismo lugar por donde antes saltó el sargento Vega. Lo atraviesa, engancha con el malacate la 4x4 de la Comisión de Fomento, sube a bordo a los tres bomberos de Los Menucos y recorre dos km hasta donde estaba el segundo zanjón. Hay aplausos y gritos cuando el Unimog se acerca, con todas sus luces encendidas. El Unimog se ladea cuando cruza y se queda. Los bomberos palean, ponen piedras y palos y lo sacan.
El cruce
A las 4 de la madrugada empieza el salvataje: uno a uno los vehículos son enganchados al malacate para cruzar el agua. Para eso los bomberos se empapan cada vez y se embarran para colocar el cable abajo. María le pide a Ochonga que contacte a Vialidad. Encuentra a Salomón, jefe de zona, a las 5. Le explica y consigue el ok para que le avisen a Hugo, que está con la máquina en una área de maniobras cerca del puesto de la viuda de Mata, a unos 20 km. Parten a buscarlo Mónica y Raúl en la 4x4 de la Comisión. Viene la maquina pero cuando cruza el agua salta la tapa y pierde todo el aceite. “Así no puede hacer nada”, explica el conductor mientras los bomberos siguen y siguen y sacan el último vehículo a las 7. Vuelven todos para el Cuy, entre exhaustos y contentos. No hay tiempo para dormir: llegan noticias de más familias atrapadas en los caminos, cerca del puesto de Delatorre, ahí nomás de El Maruchito.
Otra vez al rescate: los bomberos de Sierra Colorada, la comisionada y su marido, los policías. El agua los vuelve a frenar cuando regresan con los dos autos remolcados. Llueve también en la tarde del lunes, la luz se va y no pueden pasar. Aparece la camioneta del hospital con sandwiches, bebidas calientes y tablones que tiran en la parte angosta. Pasan todos y dejan el Unimog, la camioneta policial, la de Comisión, los dos autos, el carro de los caballos de las cuadreras.
En la mañana del martes la maquina de Vialidad se pone en acción, ya con aceite. Al comando, Hugo arrastra la tierra con la pala para hacer transitable la hondonada, aun con mucha agua. Hay debate en el equipo: uno de los compañeros le pide que le entre más de costado al pozo, que saque a favor de la corriente. Hugo hace caso pero hasta ahí.
No es nada comparado con el debate que viene. Los ocupantes de los autos rescatados plantean que lo mejor es acumular tierra a la derecha de la ruta, donde saltó Vega, tapar y pasar por ahí, así no se mojan ni arruinan los coches. Gesticulan y levantan el tono parados en una lomita. La polémica con los agentes de Vialidad dura varios minutos, mientras el caballo de carrera pasta detrás. Es una mañana soleada.
Interviene la directora del hospital: “La prioridad para los servicios públicos. Qué decida Vialidad”, dice. No hay más objeciones. La 4x4 de la Comisión pasa sin ayuda. La de la policía hay que engancharla con el malacate del Unimog, mientras Ochonga aparece en el handy de la directora del hospital para saber si se puede transitar a unos 3 km de El Cuy, donde de desmoronaron 10 metros de ruta. Le responde que sí y después María, el bombero Claudio y la comisionada Mónica miran el vehículo policial, se preguntan dónde será más necesaria esa 4x4 que tenían antes, si en Tránsito de Roca o acá. Ahora lo que baja de los cerros es viento y acaso traiga flotando la respuesta.