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Bariloche, domingo 14, diciembre 2025
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El club de las utopías

 
(Por Enrique Pfaab).- Hay un lugar en donde el viento no sopla. Algunos dicen que allí se hacen deportes y casi todos sostienen que, especialmente, se aprende a vivir. Lo que es seguro y común a todos los que han pasado por esa bahía es que esa experiencia los ha modificado profundamente. Que nada será igual, después de haber transcurrido un tramo del trayecto de la vida en el Club Regatas Bariloche.

Cada cual tiene sus recuerdos, depende del momento que haya pasado por allí en estos últimos 50 años. Los primeros atesorarán esa primer imagen de una playa un tanto pedregosa y casi desolada en donde alguien imaginó, casi delirando, que allí podría construirse un gran galpón, un gimnasio, una confitería y habría decenas de botes en el agua.

Otros tendrán como primera imagen un doble par cadete que se llenaba de agua a los 10 metros de navegar y que sólo se mantenía a flote gracias a que su novata tripulación, al grito de “¡achicar, achicar!”, desalojaba el líquido con latas vacías de conservas. Desde la improvisada guardería que estaba en la costa del Cagliero hasta la costa del Club, que apenas era un esbozo, esta maniobra debía repetirse unas cinco veces. Como parte del entrenamiento y del aprendizaje, había que colaborar en el rellenado donde iría la rampa.

Algunos habrán vivido como un progreso enorme, casi como la llegada del Hombre a la Luna, la primera ducha caliente que se pudieran dar en los baños de la sede, plagada de imperfecciones porque todas las primeras obras, a falta de dinero para pagar albañiles, las hicieron remeros voluntariosos pero torpes con la cuchara.

Y así todo. De la nada, se hizo un club. El más pujante y empecinado de estas latitudes. Un emblema a la tozudez.

Desde 1965 y hasta hoy, ha pasado mucha gente por esta bahía en donde no sopla el viento. Algunos han estado allí casi toda su vida. Otros han tenido una experiencia efímera. Pero, curiosamente, en todos la marca que ha dejado en sus vidas esa experiencia ha sido indeleble, profunda y los ha condicionado por siempre. Como si allí se hubiera prendido en cada uno de esos espíritus una llama intensa. Una voz interna que, desde ese momento, siempre les ha dicho: “Siempre hay un resto de fuerza para entregar y llegar a la meta”.

Dice Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

Alguna vez alguien tuvo la utopía de ver en esa bahía sin viento, un club hecho y derecho. Alguien soñó alguna vez con ganar un campeonato argentino, participar en una olimpíada, ganar un panamericano. Alguien, ahora mismo, tiene una utopía nueva. El Club Regatas Bariloche alguna vez fue una utopía.

Pero lo más importante, no es que este club sea ahora una contundente realidad. Lo más importante es que todos los que pasaron por aquí aprendieron a luchar por su propio sueño. Siempre.


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