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Bariloche, jueves 15, mayo 2025
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El desafío de aprender a leer y escribir siendo adultos

 Escribir nuestro nombre. Mandar un mensaje de texto. Hacer un trámite. Leer un cartel. Cuántas veces al día utilizamos las herramientas de la alfabetización sin siquiera pensarlo. Sin pensar, además, en la gente que no tuvo acceso a la educación, que no pudo ir a la escuela, que no tuvo oportunidad para aprender a leer y a escribir.

Cecilio tiene 80 años, aunque no los aparenta. Nació en el Bariloche que nada tiene que ver con lo que es ahora. Se quedó huérfano y desde muy chico tuvo que salir a trabajar. No pudo ir a la escuela y pasó la vida. Pasaron los hijos, los nietos. Ahora, se sienta todos los días en una mesa donde está aprendiendo a leer y a escribir.

“Estoy cansada de estar pidiendo auxilio”, dice por otro lado, Francisca. Tiene 60 años y no sabía leer ni escribir. Se maneja igual, porque no le quedó otra en la vida, pero este año decidió anotarse en el programa “Yo sí puedo”.

De lunes a viernes, durante una hora y media, un grupo de voluntarios y voluntarias, brinda las clases a este grupo de personas que comparten, además, sobre su día a día, un té, algunas galletitas y el desafío de aprender siendo adultos.

La vergüenza, el miedo, los prejuicios son algunas de las trabas que enfrentan las personas que, siendo adultas, quieren aprender algo nuevo en general, y algo tan específico como leer o escribir en particular. Es que, siendo grandes, todos tenemos más reparos y sentimos que todo nos cuesta el doble, pero ahí están ellos, desafiando a las posibilidades.

La gente que se suma al espacio varía en historias y edades, pero muchos son adultos que no tuvieron la posibilidad de estudiar debido a que de niños vivían en el campo y la edad para comenzar a trabajar era muy temprano.

Estela comenzó a ir al programa por recomendación de una amiga, que no pudo continuar. Dice que le cuesta, que a veces se desanima, pero sigue, aunque se le complica por “la vida”, los ajetreos del día a día. “El fin de semana me llevé el cuaderno al campo y escribí una oración”, cuenta. “Me cuesta un montón, pero yo quiero aprender a leer”, remarca.

El programa se puso en marcha hace más de 10 años, inspirado en un método cubano de alfabetización e impulsado aquí, por la CTA Río Negro con el objetivo de brindar la posibilidad que muchas personas, no tuvieron en su infancia o juventud.

Durante 100 días, voluntarias y voluntarios se dedican a enseñarle a todas las personas que se sumen al programa, a leer, escribir y a incorporar distintas herramientas para facilitar la vida diaria.

Año a año, la cantidad de asistentes varía, pero siempre hay interés. Incluso muchos de ellos, luego continúan los estudios y finalizan la escuela primaria. “Antes de que termine el curso, vienen directores de algunas de las escuelas para adultos para explicar cómo funciona y si hay personas que quieren anotarse, continúan apenas termina el programa”, explicó Rubén Terrile, integrante de la CTA.

Alrededor de una mesa grande, ahora, hay cinco personas, aunque faltaron algunos, cuentan las alfabetizadoras que asistieron ese día. Con sus cuadernos y lápices, prestan atención a lo que explica una de ellas, en la punta de la mesa, donde tienen, además, una pizarra.

Sílabas que forman palabras. Reconocer las letras. Entender qué otras palabras se pueden formar con esas mismas sílabas. Cada día, hay un aprendizaje nuevo.

Hay quienes ya saben leer y escribir, pero quieren mejorar. Tal es el caso de Luis, que se enteró de este programa a través de la televisión y decidió anotarse. “Yo sé leer y escribir, pero tengo errores y quiero aprender bien para terminar la primaria después”, dice este hombre de 63 años.

“Mi niñez fue muy difícil, me crié huérfano y no pude ir a la escuela, tuve que salir a trabajar”, cuenta Cecilio. Él se enteró a través del Centro de Abuelos al que asiste y no lo dudó. Además, añade que es una “forma de salir y tener una actividad en invierno, porque cuando uno se jubila se aburre un poco”, dice entre risas.

Cecilio bromea y agrega que “el problema fue cuando me gustaba una chica y quería escribirle una carta…ahí le tuve que pedir a un amigo que le escriba por mí” y cuando le pregunto si consiguió novia, me dice “sí sí, se ve que estaba bien escrita la carta”.

Pero fuera de la broma, la mayoría hace hincapié en las dificultades que conlleva no tener herramientas básicas como la lectura o escritura. A muchos los ayudan sus familiares, otros se las rebuscan.

"Yo por ejemplo, no uso el teléfono para escribir, solo mando audios no más", explica Estela y añade que "mis hijos están contentos porque es algo bueno para mí".

Todos coinciden: la oportunidad de aprender a leer y escribir siendo ya adultos, había que aprovecharla y a pesar de las dificultades, de que el camino se suele poner cuesta arriba, las ganas están.


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