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Con el acompañamiento del ingeniero químico Ezequiel Vivas y la Junta Vecinal, en enero comenzó a funcionar una compostera comunitaria. Hay encuentros semanales en los que trabajan para desmontar prejuicios sobre el compostaje y facilitar prácticas sostenibles en lo cotidiano. “Quiero que más gente composte, mostrar esto que aprendí. La idea principal es que la gente pueda acceder y sacarse dudas. Que vea la experiencia comunitaria y lo pueda llevar a su casa o a otro espacio comunitario. Tratar de poner una semilla y apostar a eso”, indicó Ezequiel.
La intención en un futuro es replicar la propuesta en otros rincones de la ciudad, pero hoy la experiencia piloto se concentra en la Junta Vecinal del barrio Vuriloche IV. La compostera se colocó en la sede vecinal y tiene 250 litros repartidos en dos módulos, aunque ya están evaluando agregarle uno o dos módulos más porque cada vez se suma más gente. Para facilitar el proceso, a cada hogar que se interesa se le entrega un balde de diez litros para cargar durante la semana. Y cada miércoles, la compostera comunitaria abre sus tapas. “Durante todo el miércoles, está abierta para que la gente pueda pasar a dejar sus orgánicos. A las 17, yo voy a revisar, revolver, mostrar, que la gente vea”.
Algunos mitos se van derribando a fuerza de encuentros, por ejemplo, que se trata de un proceso demasiado complejo, que genera malos olores o la posibilidad de que atraiga animales. Ezequiel explicó que no es así. “Yo era también de la idea de que era súper difícil o de que tenes que tener un patio. Cosas que uno va derribando. Pero el primer clic fue cuando decidí sacar basura y de repente no tenía basura”, contó. Básicamente, para aportar al compost se pueden desechar en general restos de frutas, cartón y papel, restos de comida, cáscaras de huevo, café, yerba, té. Según explicó, en principio, lo importante es que sea variado. En cuanto a los “no”, incluyen las carnes, los lácteos y los aceites. El producto final se puede utilizar de distintas formas: espolvorear sobre la tierra de las plantas; armar sustrato nuevo mezclando un porcentaje a la tierra o diluir en agua para regar.
Este sistema ya está dando frutos. “Los vecinos fueron compartiendo que están dejando de sacar basura, básicamente”, asegura. La experiencia se suma al trabajo que la Junta Vecinal ya venía haciendo con reciclables, reforzando una red local que apuesta por la separación domiciliaria de residuos. Mientras el primer módulo de compost madura y se prepara para ser cosechado, cada miércoles a las 17, Ezequiel se encuentra con los vecinos para hacer el mantenimiento, y compartir su experiencia y conocimientos sobre el tema, despejar dudas y, entre todos, seguir motivando a quienes se acercan por primera vez. “La idea es cosechar en la primavera como para hacer un evento y que la gente vea el proceso”, adelantó.
“Mi anhelo personal es que eventualmente haya una planta de compostaje”, compartió. “La tecnología está al alcance y no estamos tan lejos en relación al país. El país tiene muchas experiencias de plantas de compostaje. Algunas municipales, algunas privadas; hay un montón de formatos más simples, más descentralizadas más concentradas. Mi búsqueda personal y profesional va también en ese sentido”.
El proyecto “Zona de Compost”, su emprendimiento personal que apunta a salir de la “zona de confort” hacia un espacio más activo y sustentable -convertir los orgánicos en compost-, se expande a la fabricación de composteras domiciliarias, talleres, cursos y charlas. También ofrece un servicio de recolección a domicilio. “Mientras más gente composte, mejor, sea en el formato que sea. Con una compostera de balde, con un pozo en la tierra, con una compostera de las que fabrico yo, o que se junten vecinos en una comunitaria”, expresó. “Ojalá más juntas se puedan sumar. Si pudiéramos descentralizar toda esa basura en estas composteras comunitarias de la juntas la verdad que sería espectacular, sería un Bariloche completamente diferente”.