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Bariloche, lunes 15, septiembre 2025
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La Fiesta Nacional de la Nieve: Historia viva de Bariloche y su identidad cultural

 Cada invierno, la ciudad de San Carlos de Bariloche se viste de blanco para celebrar una de sus tradiciones más entrañables: la Fiesta Nacional de la Nieve. Esta festividad, profundamente arraigada en la identidad local, no es solo un evento turístico. Es la expresión de una comunidad que, a lo largo de casi un siglo, supo celebrar su geografía, su fe, su arte, sus oficios y su sentido de pertenencia.

Este 2025, la fiesta conmemora 54 años desde su declaración oficial como Fiesta Nacional, pero su historia comienza mucho antes. Para entenderla, hay que remontarse a las primeras huellas que la nieve dejó en el espíritu barilochense.

Orígenes entre la nieve, el esquí y la devoción

Si bien hoy la Fiesta Nacional de la Nieve está asociada al turismo y al calendario invernal, su raíz es doble: por un lado, el desarrollo de los deportes de invierno en la región; por el otro, la conmemoración religiosa del 5 de agosto, día de la Virgen de las Nieves, patrona de Bariloche.

La devoción mariana se remonta al siglo IV, cuando según la tradición católica una nevada milagrosa en el monte Esquilino de Roma indicó el lugar donde debía construirse una basílica en honor a la Virgen. Desde entonces, la advocación de Nuestra Señora de las Nieves se difundió por todo el mundo, llegando también a Bariloche.

En paralelo, la geografía del lugar fue moldeando una identidad vinculada a la montaña y al esquí. Ya en los años 30, los cerros Ventana, Otto y Catedral eran escenarios naturales para los primeros deportistas y andinistas. El 13 de agosto de 1931 se fundó el Club Andino Bariloche, con pioneros como Otto Meiling, Emilio Frey, Juan Neumeyer y Reynaldo Knapp.

En 1938 se realizó la primera carrera de descenso en el Cerro Catedral. En 1941 se creó la escuela de esquí Catalina Reynal, y en 1944, con impulso del esquiador Hans Nobel, se empezó a dar forma festiva al esquí en la base del cerro. En 1950 se inauguró el Cable Carril, y cuatro años más tarde, en 1954, se llevó a cabo la primera Fiesta de la Nieve con relevancia nacional, con la visita del triple campeón mundial Stein Eriksen.

Crecimiento, oficialización y participación popular

Durante las décadas siguientes, la fiesta fue sumando actividades deportivas, artísticas y comunitarias. En 1964, la Secretaría Municipal de Turismo organizó eventos como el 23º Campeonato de Esquí y el Kandahar de los Andes. En 1965 se incorporaron el desfile de carrozas, la retreta del desierto y el concurso de esculturas en hielo. En 1970, se sumaron festivales folclóricos, concursos de hacheros, de tejidos regionales, competencias de automovilismo, exhibiciones aéreas y la Elección de la Reina del Chocolate.

Finalmente, en 1971, mediante el Decreto Nacional 1580, Bariloche fue declarada sede permanente de la Fiesta Nacional de la Nieve, organizada por la Dirección Municipal de Turismo. En 1978, por Decreto Provincial 955, se creó la Comisión Organizadora Permanente. Y en 1979, la Secretaría Nacional de Turismo la ratificó como evento nacional de carácter anual y sucesivo.

Desde entonces, cada invierno, Bariloche celebró esta fiesta que combinaba lo deportivo con lo popular: bajadas de antorchas, concursos de hacheros, pulóveres tejidos, carreras de mozos, radioaficionados, desfiles náuticos y shows de fuegos artificiales frente al Centro Cívico. La Fiesta del Pulóver y el Desfile de Carrozas se convirtieron en símbolos de creatividad y participación vecinal.

Las reinas: historia y evolución del certamen

Una de las tradiciones centrales fue la elección de la Reina Nacional de la Nieve, que comenzó formalmente en 1971. Cada edición contaba con representantes de instituciones, barrios y colectividades que eran acompañadas por la comunidad.

Desde María de las Nieves Alaniz, coronada en 1971, la lista de reinas incluye a Graciela Magistrali (1972), Gianna Mislej (1973), Silvia Fernández (1974), Patricia Simari (1975), Graciela Olsen (1976), Andrea Rafetto (1977), Adriana Perussi (1978), Judht Pérez (1979), Silvina Amarillo (1980), Laura Schultz (1981), Julia Cavalli (1982), Verónica Abbate (1983), Marcela Benditi (1984), Vanesa Aveggio (1985), Silvina Larraburu (1986), Paula Gómez (1987), Mora Barber (1988), Daniela Echeverría (1989), Victoria Rechenq (1990), Natalia Gludovatz (1991), Carola Tocho (1992), Laura Ruiz (1993), Barbara Schofel (1994), Cintia Diomedi (1995), Naty Gutierrez (1996), María Elisa Santos (1997), Wanda Rechenq (1998), Alejandra Pintos (1999), Valeria Imhof (2000), Andrea Zapata (2001), Florencia Alonso (2002), Yanina Burini (2003), Laura Barrandeguy (2004), Maitén Alonso (2005), Nancy Huinchaqueo (2006), Silvina Minder (2007), Gabriela Castañón (2008), Ailín González (2009), Alba Mc Gregor (2010), Estefanía Barrios (2011), Carla Curtosi (2012), Sol Llobet (2013), Lilen Rebay (2014), Vanina Lamela (2015), Clara Vereertbruggen (2016), Azul Darquier (2017), Gabriela Guajardo (2018) y, tras una pausa, Juana Saporitti (2024).

Años de esplendor y testimonio popular

Vecinos y vecinas de la ciudad recuerdan con emoción las ediciones de las décadas de 1970, 1980 y 1990. El armado de carrozas requería semanas de trabajo y unión barrial. “Las carrozas eran lo más esperado. Recuerdo especialmente una del colegio industrial que simulaba un laboratorio de esquí. Participábamos todos, los vecinos ayudaban, pintábamos en los patios, y todo era una fiesta”, expresó Hugo Brockerhof. Elsa Elvira Cid rememoró: “En 1970, hicimos una carroza sobre el padre Mascardi. No cayó nieve ese año, pero la alegría fue igual. ¡Qué tiempos aquellos!”. Para Ester María Selva, “toda la ciudad bajaba al centro para ver el desfile. Carrozas decoradas con ingenio, música y entusiasmo popular”. Otro vecino recordó con emoción: “Qué buenos recuerdos, los de la promoción 88, hicimos una carroza muy creativa y la remolcamos con una estanciera que tenía. Grandiosa ENET N°1”, expresó Carlos Furlán.

Las tejedoras lucían sus diseños en pasarelas improvisadas. “Con las máquinas Knittax podías levantar cada aguja a mano y diseñar maravillas. Hoy tengo más de 80 años y aún me dan ganas de tejer”, decía Nelly Luis. Otra vecina recordó: “Mi madre, Celia Ancina, tejía a telar y no había categoría para ella, pero siempre participaba igual. Hacía trajes con los tejidos junto a mi tía Sonia, que era modista”. También Marta Cárdenas de Haneck aportó su testimonio: “Recuerdo los desfiles en la calle Mitre, las modelos en autos nuevos luciendo tejidos locales. ¡Eran pasarelas artesanales!”.

Participar de la fiesta era un orgullo. Desde la promocionada carrera del periodista, hasta la presentación de artistas nacionales como Juan Alberto Badía, la fiesta supo reunir el espíritu barilochense en su máxima expresión.

Cambios, suspensiones y futuro

En 2019 se suspendieron algunas actividades tradicionales. A partir de 2020, y con la pandemia mediante, la fiesta viró hacia recitales musicales y espectáculos artísticos, muchas veces alejados de las costumbres originales.

Sin embargo, desde 2024 se intenta recuperar parte del carácter popular perdido. Vuelven algunos concursos, se reactiva el desfile, y crece el deseo de que la fiesta vuelva a ser lo que fue: una expresión auténtica de la comunidad.

La historia de la Fiesta Nacional de la Nieve es, al fin y al cabo, la historia de Bariloche misma. Sus nieves, su fe, su cultura, su trabajo colectivo y su pasión invernal siguen vivos en la memoria y el corazón de su gente.


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