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Podría perjudicar a los cipreses la introducción de roble pellín y raulí
Lo advirtió la doctora Laura Lorenzo, del laboratorio de Criptógamas (Departamento Botánica, CRUB-UNComahue), a propósito de recientes experiencias en Isla Victoria (foto), donde se lleva a cabo una trabajo de introducción de ambas especies, y también la supresión y eventual reemplazo de los pinos de la terminal de ómnibus. La calificada investigadora sostiene que la presencia de un hongo parásito -llamado roya blanca del roble- afectaría en particular a los cipreses, ya atacados por otros factores.
Riesgos de una elección poco conveniente
A raíz de las noticias que recientemente se han difundido, con respecto al reemplazo de los árboles de la Terminal de Ómnibus de Bariloche, y a la introducción de plantines de roble pellín (Nothofagus obliqua) y raulí (Nothofagus alpina) en la Isla Victoria, este año no me referiré en el Digital a los hongos comestibles o tóxicos nuevos o extraños en la región, sino que quisiera informar sobre un hongo parásito de árboles de los bosques andino-patagónicos.
Se trata de la especie Mikronegeria alba (nombre común: “roya blanca del roble”).
Las royas son hongos parásitos obligados (es decir que no pueden completar su ciclo reproductivo si no están presentes los “huéspedes” susceptibles de ser atacados) forman varios tipos de esporas durante su desarrollo y pueden infectar distintas partes de las plantas, reduciendo su crecimiento y en casos severos, secando las mismas.
La roya blanca del roble, es una especie heteroica (necesita dos huéspedes para poder completar su ciclo de vida) y macrocíclica (presenta 5 estadios reproductivos con distintas esporas). Parasita en principio al ciprés de la cordillera, (Austrocedrus chilensis) hospedante primario, y luego, al roble pellín o al raulí, hospedantes secundarios.
En el ciprés se reconoce la presencia del parásito con la aparición de pústulas (“ampollas”) blancas en las escamas foliares (Fig. b), y éstas toman un color marrón amarillento y finalmente se secan. Si el ataque se produce en un brote, se origina una malformación (crecimiento desordenado) denominada “escoba de brujas” (Fig. a).
La infección del hongo en el Nothofagus produce defoliaciones prematuras (caída de las hojas a destiempo), hojas deformadas y de crecimiento reducido. Su presencia se puede reconocer por pústulas blanquecinas en la cara inferior de las hojas y manchas marrones de tejido muerto en la cara superior.
El ciclo del hongo se corta en ausencia de uno de los árboles hospedantes, pero el riesgo de la reaparición de la enfermedad no desaparece totalmente, ya que en Chile algunos investigadores han encontrado algunos indicios que el hongo puede permanecer latente en el ciprés de la cordillera, durante muchos años.
Esta enfermedad fúngica endémica evolucionó naturalmente en la zona de convivencia de las especies arbóreas susceptibles, en la Argentina (Provincia del Neuquén) entre el Lago Quillén y el Lago Lácar, y en Chile desde la VI a la X Región. En dichas áreas, los daños que produce la roya en el raulí, el roble pellín y el ciprés, son insignificantes, debido a que hay poco contacto entre ellos. Cuando dichos árboles comenzaron a ser utilizados con fines ornamentales en parques y jardines, en áreas donde crece naturalmente el ciprés, la enfermedad fúngica comenzó a extenderse donde antes no estaba presente o donde la incidencia de la roya era muy baja.
No tengo dudas que con el tiempo y a raíz de la introducción de especies de Nothofagus (me refiero al roble pellín y el raulí), que no son autóctonas de los bosques de coihue y ciprés, se producirá un aumento de la incidencia de la enfermedad, tanto en los árboles introducidos, como en los cipreses que ya de por sí, en nuestra región, están muy afectados por “el mal del ciprés”, el furtivismo y la explotación maderera descontrolada.
Dra. Laura E. Lorenzo
Lab. Criptógamas
Departamento de Botánica
CRUB-UNComahue
Quintral 1250
8400-San Carlos de Bariloche (RN)
Argentina
Edición REG/b2000
Riesgos de una elección poco conveniente
A raíz de las noticias que recientemente se han difundido, con respecto al reemplazo de los árboles de la Terminal de Ómnibus de Bariloche, y a la introducción de plantines de roble pellín (Nothofagus obliqua) y raulí (Nothofagus alpina) en la Isla Victoria, este año no me referiré en el Digital a los hongos comestibles o tóxicos nuevos o extraños en la región, sino que quisiera informar sobre un hongo parásito de árboles de los bosques andino-patagónicos.
Se trata de la especie Mikronegeria alba (nombre común: “roya blanca del roble”).
Las royas son hongos parásitos obligados (es decir que no pueden completar su ciclo reproductivo si no están presentes los “huéspedes” susceptibles de ser atacados) forman varios tipos de esporas durante su desarrollo y pueden infectar distintas partes de las plantas, reduciendo su crecimiento y en casos severos, secando las mismas.
La roya blanca del roble, es una especie heteroica (necesita dos huéspedes para poder completar su ciclo de vida) y macrocíclica (presenta 5 estadios reproductivos con distintas esporas). Parasita en principio al ciprés de la cordillera, (Austrocedrus chilensis) hospedante primario, y luego, al roble pellín o al raulí, hospedantes secundarios.
En el ciprés se reconoce la presencia del parásito con la aparición de pústulas (“ampollas”) blancas en las escamas foliares (Fig. b), y éstas toman un color marrón amarillento y finalmente se secan. Si el ataque se produce en un brote, se origina una malformación (crecimiento desordenado) denominada “escoba de brujas” (Fig. a).
La infección del hongo en el Nothofagus produce defoliaciones prematuras (caída de las hojas a destiempo), hojas deformadas y de crecimiento reducido. Su presencia se puede reconocer por pústulas blanquecinas en la cara inferior de las hojas y manchas marrones de tejido muerto en la cara superior.
El ciclo del hongo se corta en ausencia de uno de los árboles hospedantes, pero el riesgo de la reaparición de la enfermedad no desaparece totalmente, ya que en Chile algunos investigadores han encontrado algunos indicios que el hongo puede permanecer latente en el ciprés de la cordillera, durante muchos años.
Esta enfermedad fúngica endémica evolucionó naturalmente en la zona de convivencia de las especies arbóreas susceptibles, en la Argentina (Provincia del Neuquén) entre el Lago Quillén y el Lago Lácar, y en Chile desde la VI a la X Región. En dichas áreas, los daños que produce la roya en el raulí, el roble pellín y el ciprés, son insignificantes, debido a que hay poco contacto entre ellos. Cuando dichos árboles comenzaron a ser utilizados con fines ornamentales en parques y jardines, en áreas donde crece naturalmente el ciprés, la enfermedad fúngica comenzó a extenderse donde antes no estaba presente o donde la incidencia de la roya era muy baja.
No tengo dudas que con el tiempo y a raíz de la introducción de especies de Nothofagus (me refiero al roble pellín y el raulí), que no son autóctonas de los bosques de coihue y ciprés, se producirá un aumento de la incidencia de la enfermedad, tanto en los árboles introducidos, como en los cipreses que ya de por sí, en nuestra región, están muy afectados por “el mal del ciprés”, el furtivismo y la explotación maderera descontrolada.
Dra. Laura E. Lorenzo
Lab. Criptógamas
Departamento de Botánica
CRUB-UNComahue
Quintral 1250
8400-San Carlos de Bariloche (RN)
Argentina
Edición REG/b2000