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EL TREN DE LAS HISTORIAS SIMPLES

EL TREN DE LAS HISTORIAS SIMPLES





BIENVENIDOS AL TREN DE LAS HISTORIAS SIMPLES


Aunque parezca ir en contra del tiempo presente, existe todavía un tren que poco sabe de ecuaciones económicas. Un tren con impronta social, que más allá de tropiezos y carraspeos se arregla para que lo quieran. Y si no, basta con escuchar a los pobladores de Pilcaniyeu, de Comallo o Jacobacci que lo usan seguido para llegar hasta Bariloche a hacer compras, completar un trámite o ver al médico. Una historia de fidelidades a toda prueba.

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Dionisio Varela es de Coquelen, un paraje cercano a Comallo y viajó junto a su mujer Elba por un trámite en la Anses que no podía esperar más.
Mario Puñalef se crió en Bariloche pero vive en Jacobacci desde hace tres meses. Allí trabaja de mecánico y aprovechó para venir a comprar repuestos y de paso matear un rato con los suyos.
Marta Colipan tiene a su padre enfermo de la vista y cada 15 días lo acompaña a Bariloche para “hacerlo ver” en el hospital.
También Mabel Chanqueo, de Pilcaniyeu, debe viajar seguido con su hijita Bárbara para controles médicos.
Esa y otras micro realidades se cruzan en la estación Bariloche a la espera del tren, que al caer la tarde se arrima puntual al andén para llevarlos de regreso a casa.
Los vecinos de la Línea Sur cultivan una paciencia y un silencio a toda prueba. Y podría decirse que -sin hacer demasiado barullo- el tren especial que los tiene de entrañables pasajeros ya se hizo parte de ese paisaje.

RAZON DE EXISTIR
Una de las derivaciones más brutales del neoliberalismo económico (esa tormenta interminable que algún día se instaló y sigue reinando aunque ya nadie la invoque) es la que se empeñó en confinar a los trenes interurbanos en los libros de historia. Esos viejos y tozudos trencitos que cruzaban mapas de una punta a la otra son para millones de argentinos una rareza del pasado.
Pero por esas vueltas del destino en esta esquina de la Patagonia sigue chiflando entre los cañadones la locomotora que desanda cuatro veces por semana el tramo Jacobacci-Bariloche. Allí va el convoy que trae y lleva a cientos de pobladores para quienes la cumplidora formación de dos vagones (o tres cuando la demanda crece) es la única chance a la hora de rumbear a la metrópoli regional con el cometido de visitar parientes, hacer compras o darse una vuelta por el hospital. En contra de los que le auguraron corta vida, el tren no sólo está lejos de tirar la toalla, sino que el año pasado agregó un cuarto servicio semanal.
Aunque lo llamen el “tren local”, tiene un respetable recorrido de 200 kilómetros. El Estado rionegrino lo estableció como servicio permanente cuando tomó a su cargo el ferrocarril abandonado por la Nación y así empezó a construir una tradición que ya lleva más de una década.

ESPECIE EN EXTINCION
“El tren es una gran cosa para la gente de campo, es barato y sale siempre, en invierno también. Si lo sacaran sería algo grave. Tendríamos que juntarnos para defenderlo”. Sin alzar la voz, Ester Bahamondes, de Pilcaniyeu, deja constancia de que no lo dejarán caer así no más.
El fantasma del levantamiento del servicio siempre está latente, aunque nadie lo diga. Porque está claro que para los tiempos que corren un tren que atraviesa pampas desoladas y tiene parada en pueblos de menos de 1.000 habitantes es una espécimen en extinción.
Así lo sugiere Dominga Carrizo, que llegó hace unos días desde San Juan con ganas de ver un hijo que está trabajando de maestro en Pilca.
Dominga dice que siempre le gustaron los trenes pero en su provincia “los sacaron hace mucho tiempo”. Mira en torno a las familias que se acomodan en los asientos frente a frente y no encuentra explicación: “esto casi es un milagro”.
Muchos pasajeros al responder por qué prefieren el tren primero que nada hablan del precio (9 pesos a Jacobacci, cuando el micro cuesta 15) y en seguida de “la posibilidad que te da de ir y venir, moverte un poco y tener un baño a mano”.
El tren local sortea a su manera los abismos que aíslan a la gente de la zona rural, quienes tienen a Bariloche como el gran polo comercial y de servicios.
Pero aun así todo es relativo. También para algunos que viven campo adentro ya los pueblos con estación son cabecera y núcleo concentrador. Por ejemplo en Comallo convergen los vecinos de numerosos caseríos cercanos, como Coquelen, Laguna Blanca o Cañadón Chileno.
Y en Clemente Onelli se sube gente de Anecon Grande, como don Fernando Rosas, quien ya alistado para el regreso se instala en el asiento aferrado a su bastón y esboza una queja porque “en Onelli la estación está cerrada y esperando el tren uno se pasa de frío”.

“TODOS LO DEFENDEMOS”
Después de uno y mil saludos el tren rompe la inercia y se larga nomás hacia el Este, cargado de dolores, de incertidumbres, de buenas noticias y de pequeños proyectos que fluyen entre “la Línea” y la gran ciudad cordillerana.
Marcelino Fernández esta vez se quedó en tierra pero desde hace años trabaja de guarda en el ferrocarril rionegrino. Muchas veces cumplió servicio en el tren local. “Este servicio es muy importante para la gente –asegura-, uno los escucha y la mayoría están conformes. Todos nos conocemos y lo defendemos”.
Para Marcelo Vera “sería un problema grande si estuviera más”, porque él lo aprovecha para comprar alimentos y materiales en Bariloche: “todo se consigue más barato y es imposible pagar un flete”. También Irma Parra, de Comallo, aprovecha para llevarse en el furgón un televisor nuevito al que dedicó sus ahorros.
El riel se hunde en el horizonte y se deja contar historias parceladas. De esas que revelan una Patagonia esencial que está a la vuelta de la esquina.
El tren pena con sus achaques y podría lucir mejor, quién lo va a negar. Pero tampoco se puede discutir que de aplicarse la lógica empresarial ya hubiera desaparecido. Su lógica, en cambio, es la del maquinista que “a pedido” detiene la marcha en medio del campo para que algún pasajero baje más cerca de su puesto.
Así es como la hilera de vagones se hace vínculo vital y reducto de dignidad. El paisano saluda con su bulto al hombro. El tren resuella y sigue, se aventura otra vez en la estepa y se funde en el paisaje para desbaratar la soledad y tender puentes que no será fácil voltear. 

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COMO Y POR QUE
Habrá quien se pregunte por qué los vagones van tan poblados en cualquier época del año. Y con dar un vistazo a las tarifas no hay mucho que explicar. El pasaje Bariloche-Jacobacci cuesta 9 pesos (algo menos de 5 centavos el kilómetro), cuando el ómnibus por un viaje similar cobra 15 pesos.
El paisano que se apea en la estación Onelli paga 6,5 pesos, para viajar a Comallo 5,5 y a Pilcaniyeu sólo 3,5.
Por los mismos tramos en micro tendrá que pagarle a la empresa Tres de Mayo 13, 11 y 7 pesos en cada caso. Justo el doble.
El tren sale de Jacobacci los martes, miércoles, viernes y sábado a las 6 y demora unas cuatro horas. En los mismos días parte desde Bariloche a las 17, lo cual permite aprovechar al máximo los horarios de bancos, comercios y oficinas públicas.
Muchos pasajeros lo eligen por el precio y la comodidad. Pero aclaran que son fieles al “local” y -aunque cubra las mismas paradas- evitan subirse al tren “largo” que corre entre Bariloche y Viedma. “Èse no cumple horarios y cada tanto se queda tirado”, aseguran.

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VAGONES A PEDIDO
La jefa de la estación Bariloche, Marina Aranda, se incomoda cuando le preguntan por un eventual levantamiento del tren a Jacobacci.
“Cumple una función clave y no hay ninguna intención de sacarlo –dice-. Al contrario, el año pasado se agregó una frecuencia más y ahora está el proyecto de cambiar la formación para incorporar coches mejores”.
Contó que el tren sale de ordinario con 144 asientos (el equivalente de tres micros), pero puede agregar otro vagón en ocasiones especiales. Fue el caso del miércoles 18 de abril, cuando entre los pasajeros se mezclaron los pibes de quinto grado de la escuela 312 de Dina Huapi, que iban a Jacobacci en viaje de estudios.
La demanda de pasajes también aumenta cuando cobran los empleados públicos o cuando hay fiesta en algún pueblo.
El guarda Marcelino Fernández dice que a veces ha transitado “con más de 300 personas, porque no se deja a nadie en el andén”.
El tren también transporta regularmente botellones de agua envasada, muebles, machimbre, cerámicos, cebolla, papas y otros envíos por encargo. Hay quien contrata el servicio para llevar una mudanza completa y de ser necesario también se agregan vagones de carga.



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