Daniela Gineste, la que hace retratos de la Tierra

Daniela Gineste, la que hace retratos de la Tierra

Después de consagrarse durante los últimos dos años a poner en marcha la galería Bosque Neón, volvió a su manera de expresarse: la fotografía artística. Son los paisajes que modificó la acción humana los que cautivan su atención.

Salvo los desprevenidos, por aquí se sabe que de su encuentro con el Traful hacia el norte, el río Limay carece de vida. Las cinco represas que se instalaron sobre su curso para aprovechamiento hidroeléctrico modificaron de manera radical la fisonomía de la región y debajo de los inmensos estanques que se originaron, se sepultaron siglos de historia. Al tanto de esa modificación drástica del entorno, se torna difícil encontrar belleza. Sin embargo, Daniela Gineste es capaz de hacerlo.
Uno de sus trabajos formó parte de “Mecenas solidarios”, la muestra colectiva que estuvo en el SCUM hasta el último domingo. Para quienes pasamos decenas de veces por la Ruta 237 en dirección a San Martín de los Andes o Neuquén, la imagen nos resultará tan familiar como incómoda: los contornos de las mesetas, la vasta extensión acuática, colores intensos… Y de improviso, un tranquilo recogimiento.

“Después de todas las vueltas de los últimos años para ver dónde ubicarme dentro del arte y cosas más teóricas, creo que vuelvo al inicio: fotógrafa”, se definió Gineste, quien en los últimos dos años activó más como galerista que como expositora. “Y artista porque es una cosa que se lleva en el espíritu: los gustos que uno tuvo durante toda la vida y el amor a la música, la poesía y el arte en general.

Pero mi amor desde la adolescencia es la fotografía, de ahí vengo, ahí sigo y creo que ahí voy a seguir, aunque explore otros lugares”.

Las imágenes en cuestión se tomaron durante una circunstancia que luego, se revelaría muy especial. “Fue en un viaje hacia San Martín de los Andes, iba a la clínica de arte Boomerang. En ese momento ya había empezado a trabajar sobre el paisaje intervenido por el humano y bueno, ese lugar siempre me llamó mucho la atención. Ese día, faltaban dos o tres para la erupción del volcán en la cadena Caulle Puyehue y estaba demasiado en calma. Por eso paramos e hice las fotos”, recordó Gineste.

Describió que “ese trabajo consta de cinco fotos tomadas ese día, se llama Paisaje antrópico horizontal y era como simplificar al mínimo la expresión del paisaje, empezar a investigarlo desde un estudio pictórico y horizontal porque es apaisado. Y antrópico porque no es un paisaje agreste. Ahí está el tema entre lo agreste, lo natural, lo cultural, lo intervenido… Natural, ya es natural pero no es agreste. Y la belleza es lo que termina subyugándome de vivir acá… Me estoy dedicando al paisaje, cuando nunca pensé que lo iba a hacer, yo no venía de esa escuela”, pareció disculparse.

Absurda hermosura

Rememoró la artista que empezó “a estudiar el tema del paisaje, porque cuando uno es turista, sale a la ruta, mira y dice: ¡qué lindo paisaje! Pero, ¿cuáles son los paisajes que están creados y que no vinieron así? No eran así… Inclusive, una de esas fotos, se vendió en Buenos Aires a una persona de Córdoba, que decía: ¡ay! ¡Qué hermosura este lugar! Me llamó para contarles a sus amigos dónde estaba tomada la foto… Y es hasta muy absurdo, ¿no? Esto de naturalizar algo que no lo es. Yo estaba en esa búsqueda: ver cómo el hombre va modificando el paisaje y cómo eso se va incorporando a nuestra cultura visual. Y ya casi no sorprende nada”, sostuvo.

De todas maneras y “como te decía, ahora estoy volviendo al inicio. El otro día me dijeron que tal vez, sea porque estoy tomando envión. Pero estoy tratando de no darle tanta explicación a lo que quiero mostrar porque en definitiva, la fotografía es una forma de congelar o de conservar. Momentos o en este caso, lugares o espacios… Tal vez, pienso que también hago un trabajo de detective con respecto a mi propia historia: ir viendo por dónde voy circulando y siempre se me mezcla todo. Es muy difícil para mí encontrar una sola idea, un solo concepto sobre lo que estoy haciendo. Como todos, estoy muy influenciada por un montón de cosas que se van mezclando”.

En ese retorno al origen, aparecen de nuevo los paisajes y las marcas que en ellos imprime el accionar humano. “Desde que empezamos a trabajar con Nani Franzgrote en Bosque Neón, en marzo de 2014, dejé de hacer fotos. Ahora estoy volviendo porque ya me estaba poniendo un poco nerviosa. Un amigo me prestó una cámara muy linda que nunca había usado, con formato 6 por 9 para película de 120 milímetros y hace unas dos semanas empecé a trabajar haciendo paisajes. Estoy seleccionando solamente por el gusto: una casita con la montaña atrás, el camino que hace una curva… El amor que me produce el globo terráqueo. Es como hacer retratos de la Tierra”, sintetizó Gineste. Será por eso que es capaz de encontrar belleza donde está muy escondida.

Un paisaje que no está

Hasta no hace mucho, Daniela Gineste avanzaba en la carrera de Historia que se imparte en el CRUB pero ahora precisó: “fui estudiante.

Creo que ya llegué al punto de admitir que abandoné. No me da el tiempo para todo pero en un momento me pregunté si iba a ser una historiadora con gusto por el arte o una artista por gusto por la historia… Creo que finalmente tengo que definirme y quedarme ahí: una artista a la que le gusta la historia. Llegué hasta poco más de 3er año pero son muchas horas de estudio y tuve que elegir”.

De todas maneras, en su trabajo como fotógrafa y artista, confluyen las dos miradas. “Todo empezó en un viaje a Trevelin, donde me impresionaron muchísimo las plantaciones de trigo. Hay un molino ahí y entonces empecé a investigar sobre el tema de los galeses en la Patagonia y arranqué con el tema de la intervención. En uno de los libros contaban que en su peregrinación de la costa hacia la cordillera, a la tarde paraban y preparaban el té, almidonaban los manteles… Una cosa que yo no podía imaginar: esto de llegar y recrear un paisaje donde no estaba. Eso me llamó muchísimo la atención”.

Saber del comportamiento de los primeros británicos que aquí llegaron “me despertó a mirar y encontré que eso, estaba en todas partes. Vas a Viña del Mar y pueden encontrarse pedazos de Miami, empezás a hilar de dónde viene tal palmera o qué pretende determinada arquitectura. También me llaman muchísimo la atención los barrios cerrados, que generalmente empiezan con un portal.

Está la nada misma y en el medio de la nada, un portal. Hay uno (hacia el este de Bariloche) que llama la atención por el estilo arquitectónico pero hay otros más simples. Hay uno cerca de Junín de los Andes al que vi desde que empezaron a construirlo y al principio, hasta era lindo ver esa estructura de madera. Pero después, mientras ves en qué se va convirtiendo y el significado que tiene, te hacés un montón de preguntas”, señaló Gineste.

Cultura Barilochense