Llevar el área de Cultura a rango de Subsecretaría no es una buena decisión

Llevar el área de Cultura a rango de Subsecretaría no es una buena decisión

Por Verónica Merli -

Llevar el área de Cultura de la municipalidad a rango de Subsecretaría es una decisión que yo no hubiera tomado, a la que presumo se ha llegado sin considerar no sólo la opinión profesional de personas formadas en la especialidad (Gestión Cultural) sino tampoco a los miembros de la comunidad que permanentemente gestan movimientos, ni a los artistas (entendiéndose por ellos todas las artes, tanto en el sentido clásico como las nuevas manifestaciones).

Y hasta si lo observamos políticamente, notamos el mismo error histórico, del político argentino que casi nunca gobierna para más allá de lo que se podrá ver en su gestión. No se debe perder de vista la dimensión económica y productiva de la cultura en las políticas culturales. Ese criterio viene de una normatividad continental napoleónica que considera a la cultura como ámbito de la política social: criterio hoy superado al crear muchos países sus propios ministerios de Cultura, como es nuestro caso reciente (o como pasa en Perú, Panamá, El Salvador, entre otros, donde se instaló el debate para independizar cultura de educación). La evolución en el estudio de las políticas culturales ya no duda en que la cultura es un sector productivo. No olvidemos el fenómeno de Bilbao: la decisión jugada de aceptar una sede del museo Guggenheim que para el 90% de los políticos era considerada "un gasto", representó en términos económicos y turísticos un disparador del que hoy nadie podría arrepentirse.
Trabajar sobre políticas culturales es un trabajo que nos coloca en proyectar futuro, abrir mentes, descubrir pasiones, talentos, vocaciones, darles alas a los seres, sacarlos de sus rutinas, mostrarles sus propias capacidades, enfocando a todos los estratos de edad, pero fundamentalmente para esos niños y jóvenes que hoy se ven favorecidos por fuertes o innovadoras políticas culturales, para que entren renovados y mejores a la arena pública, ya sea como electores o elegidos.

Estudiando mi postgrado en gestión cultural, una de las enseñanzas que más me marcaron, quisiera compartirla y es la de Antanas Mockus, “el político artista”: filósofo, matemático, profesor, exitoso alcalde de Bogotá en dos períodos, candidato presidencial en otras tantas ocasiones, “El profe” como le dicen sus colaboradores. Cuando recibe Bogotá, era un verdadero caos, a punto tal que hasta las guías de viajeros la señalaban como el único lugar en América vedado a los turistas. Logró cambios en la cultura bogotana que se reflejaron en indicadores concretos: más seguridad, menos criminalidad, más ingresos para la ciudad, un tráfico soportable. Para tener una idea de su perfil, al ser amenazado de muerte por las FARC si no renunciaba a la alcaldía, en vez de agregarse seguridad, se hizo un chaleco blando con un hueco en forma de corazón en el respectivo lugar. Entre 1994 y 2003 Bogotá pasó de 80 homicidios cada 100 mil habitantes a 23. Fue una reducción del 75 por ciento. Los delitos contra la propiedad se redujeron cerca del 50 por ciento. Harto de la mala conducta de los conductores que no respetaban las sendas peatonales (¿les suena conocido?) contrató a 150 artistas para que trabajaran en 150 cruces de calles. Cuando un coche no respetaba la senda, el mimo se burlaba haciendo la mímica de empujar el auto hacia atrás, lo que luego la gente en general copiaba hasta volverse una costumbre.

Pero no eran ideas al azar. Era un plan estratégico que llamó “Cultura Ciudadana”. En qué consiste: para él hay tres sistemas de normas que regulan el comportamiento: la ley, la moral y la cultura. Como es mi caso, la ley y la cultura se acercan. ¡La cultura como norma! Es revolucionario. Y serio. Y funcionó.

En los tres casos, el incumplimiento aparejaba sanciones legales y temor; en el caso de la moral, indignación y culpa; y, en el caso de la cultura, el rechazo social y la vergüenza. Según Mockus, los problemas se deben a un divorcio entre estos tres sistemas de normas que generan deficiencias graves en el proceso de construcción de una democracia. Las políticas públicas basadas en la cultura ciudadana tienden a armonizar los tres tipos de normas.

De acuerdo al enfoque, la ciudadanía se construye en la mutua regulación entre desconocidos y por eso es importante aprender a corregir amablemente y a dejarse corregir. Se trata de promover la autorregulación interpersonal y la corresponsabilidad y siempre todo rodeado e inmerso en hechos y acciones culturales, muchas veces risibles, desopilantes o sorpresivas. Cuando hizo un video casero mostrando cuánto tardaba en bañarse, logró reducir notoriamente el consumo y muchos barrios lograron así su red de agua.

Concretamente en Bariloche, nos vendría bárbaro un poco de este alcalde. Las políticas culturales deberían ser un eje a priorizar y no a mantener en una convivencia compleja con otras áreas más sensibles. Sin edificios ni centros culturales públicos, sin espacios deportivos públicos, y con un altísimo déficit habitacional, buscar la armónica convivencia con desarrollo social y deporte, está comprobado ya en nuestro país y en nuestra provincia que el resultado va sólo en detrimento de las áreas “menos urgentes”.

Imagino que no es fácil armar un organigrama de Bariloche con todos los déficits que hay. Es como cuando la manta es corta. Pero no debe recortarse en cultura. No debemos olvidar la vinculación entre políticas culturales y empleo: la cultura como industria genera "unidades económicas culturales "(denominación del economista mexicano Ernesto Piedras); nos referimos a quien hace la comida para una fiesta local o cose las ropas para un festival de danza, patín, etc.

Mientras nuestra matriz tiende como España y Francia a un Estado ejecutor, el modelo anglosajón articula animando la participación de otros sectores: el sector privado, el no gubernamental (non profit). El Reino Unido y Estados Unidos lideran el porcentaje de PBI de la colaboración de las industrias culturales llegando al 8% y 7% respectivamente. En Argentina las industrias culturales hoy representan el 4,1% del Producto Bruto Interno, superando sectores como el automotor, tabaco, cuero y químicos.

Creo que la “bajada de rango” sólo podría intentar equilibrarse copiando ese modelo anglosajón, puesto que se verán en la necesidad de esforzarse en desarrollar y apuntalar todos los sectores privados que existen relacionados con el quehacer cultural y que venían desarrollándose, un esfuerzo importante para intentar sustituir la falta de una Secretaría fuerte.

Creo que la gestión saliente funcionó con buenos criterios y formó un lindo equipo de trabajo. La cultura y la definición que cualquier gobierno haga de ella, cuanto más amplia sea, y se la perciba como un territorio social estratégico para el futuro del país, mejor ha de resultar para todos.

Creo que, fomentaron la interacción y la cooperación cultural, fenómeno que se dio especialmente en Bariloche, la que temo corra el riesgo de verse estancada a partir de decisiones en materia de política cultural. No debiera tomarse con enojo esta decisión gubernamental, sino por un lado, intentar mostrarles el camino que se venía haciendo y el que se viene haciendo en muchas comunas del país y del exterior, tomando a la cultura como parte de la vida misma y como industria. Creo que el marco del PRE MICA y el MICA del que la ciudad fomentó y participó activamente ha favorecido a que muchos emergentes puedan empezar a desarrollar sus identidades y proyectos.

Si el cambio radica en pretender articular decisiones “en conjunto” o “globales” creo que les generará -ojalá me equivoque- trabas en cuanto al funcionamiento.

La independencia en el funcionamiento de la cultura como área del gobierno ha sido definitivamente avalada en muchos países y podemos ver los estancamientos que países como Brasil sufrieron en los 80 y 90, que con la llegada de Gilberto Gil y su recuperación de cultura como ministerio demuestra.

La decisión de bajar de rango una actividad del Estado no es menor. No sólo implica menos presupuesto, sino que implica una dependencia funcional que signa al rol del funcionario que vaya a estar a cargo. Puede llegar con una maleta llena de buenas intenciones pero no podrá quizás desplegarlas. La lucha por el presupuesto no es menor. Es el principal instrumento de la realización de las políticas. Esto no lo inventé yo sino que lo dice Alfred Manevy, secretario de Políticas Culturales en la gestión del ministro Gilberto Gil y viceministro de Cultura en la gestión Juca Ferreira (2008-2010) cuyos proyectos revolucionaron el acceso a la cultura con el “vale cultura” que es una idea que algún día lograremos poner en funcionamiento aquí...

Creo que está armando un equipo lleno de buenas intenciones pero, siguiendo la lectura clásica de la cultura como gasto o dependiendo de otras áreas, va a ser difícil.

Cada nueva gestión debería proponerse "ir un poco más allá" de adonde llegó la anterior. Y en este caso, es una pena que se desarticule el esquema que venía funcionando sumamente bien. Después de 20 años de transitar los grupos de artistas, ver a muchos al frente de áreas de cultura y no a personas que vienen de la política empezó a gestar un cambio. Pero la movida es aún incipiente, y hace falta seguir, crecer y profundizar. En este caso en que además se va a poder dar de maravillas la mano entre municipio y provincia, es una pena que no se apueste -al menos en lo estructural, puede que nos sorprenda el gobierno y ojalá así sea- con políticas culturales innovadoras.

Todo acto es una manifestación de la cultura. Olvidémonos que cultura es el Colón solamente. Ignorar a la cultura o relegarla es un hecho cultural. Bajarse los pantalones en público como hizo Antanas Mockus para llamar la atención de 500 universitarios es un hecho cultural, aunque resulte indignante o gracioso según la mirada. Entonces, cuando entendamos que todos los actos y omisiones que realizamos son hechos culturales, forjan una cultura, escucharemos más las señales y estaremos más dispuestos a generar cambios a través de la cultura que incidan en todos los aspectos de la sociedad como arriba he descripto, hasta llegar al extremo de mejorar el consumo de agua, reducir el índice de criminalidad o volverse respetuoso de las reglas de tránsito como ese alcalde logró.

*La autora es abogada, poeta y tiene un posgrado en Gestión Cultural por la Universidad Nacional de Córdoba.

Cultura Barilochense