La Tumba de los Vivos

La Tumba de los Vivos

El alma, en suerte de heroína, transforma los seres en ignorantes de la codicia, del conformismo y del mar de furia que corre por sus venas. Ingnoran aquellos pecados dictaminados capitales que condenan el destino luego de la muerte.

Esta vez el héroe en cada uno de esos seres se ha desvanecido. Aquello que los hace sentir mejor acerca de sus cometidos ha traicionado la presencia del bien contra el mal.

La sangrienta guerra se encuentra a la vuelta del sendero de los muertos. Ellos caminan con tranquilidad a la par del ángel de la muerte que una vez los condenó a la injusticia de la inmortalidad.

Cómplices sonrisas intercambian frente a la desesperación de los cuerpos desamparados. Sus almas los han abandonado a la suerte del laberinto de fortuitas oportunidades.

La ironía se presenta. ¿Qué camino tomar? ¿El del alma o el de la muerte?

El camino de la muerte es corto y oscuro, acechado por fantasmas y sus aterradoras historias de vidas pasadas.

El alma se encuentra en una elevada cumbre, iluminada de los más bellos colores existentes.

El héroe perdido no se puede recuperar. Ángeles y demonios libran batalla para obtener el dominio de los cuerpos desamparados.

Uno de los abandonados descubre la más cruel de las verdades: el camino de la muerte ha sido puesto al simple refugio de las palmas de sus manos. 

Mientras los muertos que han encontrado su camino descansan, los vivos mantienen amplias conversaciones sobre sus tumbas. 

Aquellos vivientes que han perdido el alma no se encuentran bajo tierra compartiendo el nivel de desgracia. Sin embargo no son dignos de estar vivos. Sus lápidas ya se encuentran marcadas y los fantasmas del pasado acechan la realidad de su miseria.

Y mientras las amplias conversaciones continúan, sobre la tumba de los vivos los muertos callan.

 

Guadalupe Arias

 

Parabatai Literario