Siempre escuché a más de uno. Vicente Mazzaglia - Defensor del Pueblo de S. C. de Bariloche

Siempre escuché a más de uno. Vicente Mazzaglia - Defensor del Pueblo de S. C. de Bariloche

Siempre escuché a más de uno. Luiz Inacio Lula da Silva

En apenas dos semanas de junio pasado, cuatro seres queridos fueron muertos. Tres, en un mismo día.
Cuatro asesinatos de diferente gravedad institucional pero de idéntica pérdida, dolor y fracaso público.
La vida se puso incómoda. El tejido dañado de la sociedad que con un gobierno disperso no podía indagar a conciencia las razones profundas de tanta discrepancia, provocó ráfagas de indignación hasta ser difícil soportarse entre unos y otros, por las ideas, por el aspecto, o por si acaso.
La reducción de los vínculos sociales al blanco y negro describe un existencia pública quebrada.
Lo que reclaman al gobierno personas dignas desde diferentes perfiles, es que plantear ajustes en la política pública sin hablar de las partes corruptas de la sociedad es inútil.

\"...algunos, por intereses propios, otros, por ceguera y estupidez, que en política suelen ser aliadas estratégicas de los que se pasan de vivos.\" Carlos Vilas

En casos críticos la política debe resolver actuando sobre los responsables, no haciendo lo que estos dicen que se haga.
El desfile obsceno de un patrullero encabezando glorioso una marcha el 20 de junio, a tres días de producirse una catástrofe civil de la que era responsable la institución, expuso una indescifrable situación de relaciones entre el poder político y las fuerzas públicas.

Funcionarios previamente cuestionados por organismos e instituciones públicas creadas en la democracia moderna para asegurar el estado de derecho y la defensa y protección de los derechos más elementales, no deberían, luego de ciertos sucesos, continuar en sus cargos.
Un desequilibrio de magnitud exige un correlato de los principales protagonistas políticos. Cuando los cambios se hacen necesarios en un gabinete, el gobernante electo debería ejercer un liderazgo claro y aplicar una dosis adecuada de voluntad política.
No siempre los funcionarios deben dejar su cargo por complicidad, también deben hacerlo por fracaso en la gestión que les designaron en políticas públicas, como lo es el resguardo a la vida de los ciudadanos.
No hace falta que los respalde quien los manda y nos gobierna, porque la complejidad del cuadro tampoco disculpa ni excluye la mediocridad, sino que la potencia.
Es aceptable una buena explicación, pero el fracaso los obliga a dimitir, admitir el fracaso, incluso para merecer la comprensión del pueblo.
Y si el funcionario no renuncia, y quien manda no lo aparta de su cargo, el gobernante está obligado a explicarle al pueblo los motivos por los que decide mantener a quien está cuestionado por una parte de la población tal vez, pero por un motivo absoluto.
En una encrucijada de este tipo, el cambio de estilo de un gobierno es tan importante como las acciones y el anuncio de obras. Se necesitan resultados, pero los atajos son malos consejeros.
El arte de la construcción social supone una tenacidad prolongada para aproximar posiciones y superar la tentación de monopolizar la verdad y la virtud.
Así y de eso trabajamos los funcionarios públicos. Deberíamos entender cuando se plantea un cambio político, una renovación del diseño de la relación entre los poderes. No por capricho, por necesidad.

\\\"Demasiados desaguisados ha hecho el hombre, pero hace 50 años no había pescaditos en el Támesis donde surgió el capitalismo industrial y hoy hay algunos, todavía no se pueden comer, pero ya va a llegar ese tiempo...Cuánto hay por hacer!\", José Mujica

Dr. Vicente Mazzaglia

Defensor del Pueblo de San Carlos de Bariloche

Opinión / Correo de lectores