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Esto no es un hotel

Esto no es un hotel





 ¿Estás ahí?

Te quiero contar un secreto.

El número de estrellas en el cielo coincide con la cantidad de veces que nos sorprendemos repitiendo cosas que dijeron nuestros padres.

A veces las raíces de esas coincidencias son enigmáticas.

Recién se fue un amigo de casa.

Al irse me dijo “Muchas gracias.”

Le contesté: “Por favor.”

Cerré la puerta.

Me metí en el ascensor.

Y me di cuenta que casi siempre emparejo a un “Muchas gracias” con un “Por favor.”

Vivo en el segundo piso.

Así que el viaje en ascensor fue corto.

Pero bastó.

Bastó para darme cuenta que eso lo dice mi viejo.

Si a mi viejo le decís “Muchas gracias,” él te contesta con “Por favor.”

Me gusta eso.

Uno debería pedir por favor ser agradecido.

Y no porque querés bailar en pelotas arriba en el podio de la caridad.

No.

Lo querés porque, ¿qué otra cosa debería querer uno más que estar ahí para alguien que lo necesita?

Dar una mano.

Compartir un silencio.

Cebar un mate.

Si a mi viejo le decís “Muchas gracias,” él te contesta con “Por favor.”

Me gusta eso.

Ayer cenamos con una pareja hermosa de amigos hermosos.

Y el pibe puso un video de bebés riéndose.

Cuatro minutos y medio duraba el video.

Ojo.

Era divertido.

Algunos bebés se reían de maneras muy tentadoras.

Pero cuatro minutos y medio duraba el video.

Era más que suficiente.

Un minuto y medio o dos y listo, pongamos “No podrás” de Cristian Castro y destapemos otra birra.

Pero no.

No le metían pausa al video de los bebés riendo.

Había un silencio entre ellos dos.

Un silencio nervioso.

Cómplice.

Y de repente él dice: “Bueno, chicos, estamos mirando este video porque…”

Y sí.

Van a ser papás.

Abrazos.

Risas.

Felicitaciones.

Preguntas.

Darnos cuenta de porqué carajo nunca pausaron ese video de bebés.

Poner un video que te muestra desde que el espermatozoide buscaba chaparse al óvulo hasta cuando el pibe ya está a punto caramelo para salir a jugar.

Decirnos qué loco.

Preguntarse qué será ser padres.

Repetir las frases que dijeron nuestros viejos.

Ella se acordó de una.

“Ya vas a ver cuando seas madre.”

Se imaginó diciéndola.

Se entendió diciéndola.

Y de repente me brotó una oración.

“Esto no es un hotel.”

La decía mi vieja.

Todavía no tengo un hijo a quién decírsela.

¿Me dejarías mientras practicar con vos?

Esto no es un hotel.

Uno no viene y se va así nomás.

La prueba más cercana es esto.

Esto mismo.

Ahora estás leyendo esto porque otros antes que vos se quedaron, contribuyeron en lo que pudieron, y se fueron.

Los que te criaron, los que te enseñaron a leer, los que inventaron escribir, los que probaron hablar.

Esto no es un hotel.

Uno no viene y se va así nomás.

El hogar se construye entre todos.

¿Qué otra cosa debería querer uno más que ayudar a hacerlo lo mejor posible?

¿Qué otra cosa debería querer uno más que estar ahí para alguien que lo necesita?

Dar una mano.

Compartir un silencio.

Cebar un mate.

¿Qué otra cosa debería querer uno más que contestar un “Muchas gracias” con un “Por favor”?

Después de todo, el número de estrellas en el cielo coincide con la cantidad de veces que nos sorprendemos repitiendo cosas que dijeron nuestros padres.


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© Sebastián Defeo

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